El trabajo infantil es una violación a los derechos humanos de la niñez. Se define como todo trabajo que priva a las y los menores (de 5 a 17 años) de su niñez potencial y su dignidad y que es peligroso y perjudicial para su bienestar físico, mental o moral.
No todas las tareas realizadas por las niñas y los niños deben ser clasificadas de esa manera, por ejemplo la ayuda prestada por las y los menores en sus hogares o negocios familiares, así como las que realizan fuera del horario escolar y durante las vacaciones son actividades provechosas, siempre y cuando no impidan su desarrollo.
Para este año, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha pedido que se centre la atención en el trabajo peligroso, que es una de las peores formas de trabajo infantil y que por su naturaleza o por las condiciones en que se lleva a cabo es probable que dañe la salud, la seguridad o la moralidad de las niñas y los niños. La esclavitud, la explotación sexual comercial infantil y la utilización de menores en actividades ilícitas son parte de las peores formas establecidas en las normas internacionales, además de los trabajos realizados bajo tierra o agua, en alturas o en espacios cerrados, los que se efectúan con maquinaria, equipos y herramientas peligrosas, el transporte manual de cargas pesadas, así como el realizado en medios insalubres y en horarios prolongados o nocturnos.
Según esta organización, hay 115 millones de niñas y niños en el mundo inmersos en este tipo de trabajo, a pesar de que su eliminación es uno de los objetivos de la comunidad internacional para el 2016.
En México, de acuerdo con los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en el Módulo de Trabajo Infantil (MTI) 2009, hay tres millones 14 mil 800 niños, niñas y adolescentes entre los 5 y 17 años de edad que trabajan, 66.9 por ciento hombres y 33.1 por ciento mujeres. De ellos, 856 mil 123 (28.4%) lo hacen aun cuando no cuentan con la edad mínima de admisión al empleo, según lo estipulado en la Ley Federal del Trabajo, que son 14 años. Sin embargo, hasta el momento no se cuenta con información oficial sobre el número preciso de menores involucrados en trabajos peligrosos.
Dos por ciento del total de niños y el 1.4 por ciento del total de niñas de cinco a nueve años realizaron alguna actividad económica; estos porcentajes se incrementan conforme avanza la edad: 10.1 por ciento de niños y 5.2 por ciento de niñas de entre 10 y 13 años; y el 32.1 por ciento de los niños y el 15.7 por ciento de las niñas de entre 14 y 17 años.
El sector agropecuario es el que mayoritariamente ocupa la mano de obra de menores, aunque es necesario resaltar que para el caso de las niñas, el comercio y los servicios son los más representativos.
En materia educativa, del total de la población infantil ocupada, el 39.7 por ciento (1.2 millones) no asiste a la escuela (41.8% niños y 35.3% niñas), lo que genera un impacto negativo mayor en su calidad de vida.
Dentro de los datos del módulo se indica que la principal causa por la que trabajan las y los menores es porque el hogar necesita de su trabajo. Para el caso de las niñas, además de lo mencionado, se puntualiza que trabajan para pagar su escuela y/o sus propios gastos, a diferencia de los niños que lo hacen además para aprender un oficio, evidenciando con ello los estereotipos de género que se reproducen en nuestra sociedad.
34.6 por ciento de los niños y 26.4 por ciento de las niñas trabajan 35 horas o más a la semana; 47 por ciento de los niños que trabajan no reciben ingresos, este porcentaje aumenta a 48 por ciento para las niñas.
Asimismo, 4.9 por ciento de los niños y dos por ciento de las niñas han sufrido algún accidente, lesión o enfermedad que requirió asistencia médica a causa de su trabajo. 6.2 por ciento de los niños y 4.7 por ciento de las niñas laboran en lugares no apropiados o no permitidos; 32.2 por ciento de los niños y 17 por ciento de las niñas declararon estar expuestas a riesgos en su trabajo.
Los datos anteriores muestran la permanencia de los roles de género, toda vez que los niños son los que se insertan en mayor medida que las niñas en el mercado laboral, tal como sucede con la población adulta. Asimismo, se muestra que existe un mayor número de niños ocupados que asiste a la escuela que de niñas.
México ratificó el Convenio 182 sobre las peores formas de trabajo infantil, desde 2000, comprometiéndose a formular políticas y actualizar las reglamentaciones para proteger a los menores. Sin embargo, a pesar de los progresos realizados, queda mucho por hacer, todavía hay demasiados niños y niñas atrapadas en el trabajo infantil, incluyendo sus peores formas. Por ello, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) considera necesario el impulso de estrategias públicas que aseguren el respeto a los derechos humanos de la infancia, el combate a la pobreza, así como mejorar el acceso a la educación, especialmente de las niñas, promoviendo una cultura capaz de propiciar el desarrollo integral en condiciones de igualdad.
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